quinta-feira, julho 14, 2011

A sério!, "menos Matemática!", "menos Português!"

O simbolismo desta fotografia é extraordinário!
Apanhei esta fotografia ao lado de uma pequena notícia profusamente espalhada hoje na Internet, sobre os resultados deste ano nos exames de Português e de Matemática do 9.º ano.
Na peugada do que parecem os passos do nosso atual ministro da Educação, grita-se por "mais Matemática!", "mais Português!"
Há quem seja mais sábio e em vez de mais, peça "melhor Matemática!", "melhor Português!"
Pela minha parte, o que me apetece gritar é "menos Matemática!", "menos Português!" E disponho-me a discutir esta minha ideia com quem quiser.
A sério!, "menos Matemática!", "menos Português!"
Repare-se bem na fotografia, e, como é minha opinião, no simbolismo que ela encerra: a tarefa escolar está completamente fora das medidas adequadas para as crianças! Veja-se quanto a criança tem de se pôr nos seus limites para fazer o que lhe pedem!...
O afeto que me liga à minha terra natal, onde esta fotografia, a ser verdadeira, foi tirada, não me permite ficar calado por aquilo que me parece que está aí para vir, que parece soar a "É (vai ser) pior a emenda que o soneto". A apetecer dizer, como um autor humorista já disse, "É pior a ementa que o cimento."
Senhor Ministro da Educação, dr. Nuno Crato, dispus-me, já neste blogue, a alinhar consigo em mudanças gradas e interessantes para a nossa escola atual. Continuo com a mesma disponibilidade.

P.S. - Mais do que discutir este assunto pelo lado da (s) filosofias(s) da Educação, eu quero discuti-lo do lado do que hoje se sabe, de saber seguro, científico, acerca do desenvolvimento cognitivo e da expressão da palavra (falada, escrita e pensada) das crianças e dos jovens.

URL da fotografia: http://www.google.com/hostednews/epa/media/ALeqM5h5AjAQqVW1wsPWu9pFUTeJmYbocQ?docId=6407847&size=l

1 comentário:

  1. Apetece-me deixar aqui, pretenciosamente a ajudar a discussão (mesmo que seja, afinal, pelo lado das filosofias da Educação), este poema de Ramón de Campoamor:

    La fe y la razón

    A don Nicomedes Martín Mateos

    I
    La reina de Suecia un día,
    recibiendo gravemente
    lección de filosofía,
    a Descartes le decía
    con gravedad lo siguiente:

    -Lleváis, maestro, al exceso
    de mi ignorancia la fe:
    «Pienso», luego «soy». No es eso:
    «pienso», luego «sé que sé».

    Ya veis que empiezo a dudar,
    como vos, para creer.
    Pero antes de comenzar,
    decidme: ¿Es ser el pensar?
    ¿Acaso el ser es saber?

    No os alteréis; con paciencia
    probaré que vuestra ciencia
    puede resumirse así:
    Yo «soy» lo que «es». Consecuencia:
    No hay verdad en la experiencia
    ni dicha fuera de mí,
    pues que saca la conciencia
    fe, dicha y verdad, de sí.

    ¿Mi deducción no es probada?
    Sin duda, pues la acomodo
    a vuestra tesis sentada:
    «Yo soy sólo el ser»; de modo
    que si es mi conciencia todo,
    todo lo demás es nada.

    ¡Oh maldito escepticismo!
    ¿No estáis viendo, hombre inhumano,
    que con atroz ateísmo
    lanza vuestra impía mano
    a Dios y al mundo a un abismo
    siendo el pensamiento humano
    de sus juicios soberano
    y único juez de sí mismo?

    ¡Horrible es la ciencia, sí,
    que hasta de la fe el consuelo
    mata; pues juzgando así,
    si existe Dios en el cielo
    sólo es porque existe en mí!

    ¡Maestro! Vuestra opinión
    que es ilusión confesad,
    y si no es una ilusión,
    mi mente es la autoridad;
    la dicha es mi corazón;
    soy lo que «es»; y en conclusión,
    mi verdad es la verdad,
    mi razón es la razón.

    II
    Descartes, después de oír
    a su alumna en aquel día,
    de tristeza que tenía
    se puso el pobre a morir,
    y así muriendo decía:

    -¡Ay! ¿qué puedo conocer,
    gran Dios, si ignoro yo mismo
    si es igual pensar y ser?
    ¿Cómo salvaré el abismo
    que hay entre el ser y el saber?
    ¿Dónde estás, razón que adoro?
    ¡Valedme, adorada fe!
    ¿Cuál es la verdad que exploro?
    Ya «sé que soy»: bien, ¿y qué?
    ¡Nada! Excepto el «sé que sé»,
    todo lo demás lo ignoro.

    ¡Noble razón! ¡Santa fe!
    ¿Eternamente estaré
    entre una y otra en suspenso?
    No ha duda; pienso que pienso,
    mas lo que pienso no sé.

    ¿Será verdad que mi ciencia
    va del ateísmo en pos,
    y que, sin fe ni experiencia
    no existe más ley de Dios
    que la ley de la conciencia?

    ¡Grande es mi error, pese a tal!
    «Soy, porque pienso»; ¿y después?
    Después ya no hay bien ni mal,
    pues cada hombre entonces es
    centro del mundo moral.

    ¿Y cómo ha de hallar el alma
    en este mundo quietud,
    sin virtud que dé la calma
    sin fe que dé la virtud?
    ¡Sacadme, Dios de bondad,
    de esta eterna confusión!
    ¿Mi verdad es la verdad?
    ¿Mi razón es la razón?

    III
    Cuando Descartes murió,
    Cristina, del «sé que sé»
    las consecuencias sacó,
    y a Monaldeschi mató,
    dio a su trono un puntapié,
    su religión abjuró,
    y al fin refugio buscó
    en la católica fe.
    Tal fue su historia. De suerte
    que, de cuanto hay aburrida,
    yendo hacia la eterna vida
    que no muere con la muerte,
    el célebre «sé que sé»
    dio al olvido, y de este modo
    halló la ciencia en la fe
    última verdad de todo.

    Y próxima ya a llegar
    a aquel último momento
    en que engañar el pesar
    es nuestro solo contento,
    decía con humildad,
    pidiendo al cielo perdón:
    -Recibe, Dios de bondad,
    mi postrera confesión;
    es la fe mi autoridad,
    es el mal mi corazón.
    ¡No es mi verdad la verdad!
    ¡No es mi razón la razón!

    ResponderEliminar